10.2.09
Lior y los piratas
26.11.08
LA BABE CLARA DEB STOFEN
Babe Clara
Para Blanca y Raquel , que se fueron con el diploma bajo el brazo”
La fiesta se fue armando desde bien temprano. Mucho antes de que llegáramos a su casa. La fiesta comenzaba cuando mamá o papá levantaban la persiana de mi cuarto. Cuando un rayo de sol me pegaba justo en los ojos y yo volvía a taparme con las sábanas y las frazadas y me dormía por unos minutos más.
Luego abría el placard y deslizaba con dificultad un cajón sobre el otro, intentaba en el desorden buscar la remera, el pullover y la ropa interior. La fiesta comenzaba cuando mamá intentaba desenredarme el cabello y me hacía doler tanto que se me escapaban lágrimas del silencio. Me veo parada en el baño de la planta alta, con lagañitas en los ojos, siempre tengo un poco de tos.
Blanca, está detrás, levantándome el pelo en una media cola, tratando de quitarme los nudos en los cabellos que deja sueltos, vestida con su deshabillé de matelassé abotonado hasta el suelo.
Sonrío, es sábado y vamos a lo de la abuela. Somos muchos. Las grandes, mis hermanas, ya no van , o lo hacen de vez en cuando. A veces va el hermano menor de papá con la tía Cuca, pero los que nunca fallamos somos Clau, Ser, Ale, Mario y yo. Ariel y David son chiquitos, y todavía Judith y Bernardo no han nacido.
Me parece que me olvido de algunos, porque éramos más, tantos que el recuerdo de la mesa nos quedaba chica.
La casa de babe Clara tenía al frente su negocio. Había sido mucho más grande , antes que falleciera el zeide ocupaba toda la ochava. Después, la abuela lo dividió y alquiló una parte del local . No precisaba trabajar para mantenerse, pero era su manera de estar ocupada, de no depender de nadie, de ir a gastarse la plata al casino, porque la abuela era fuyera, pero fuyera, fuyera.
Ella no iba a ganar, se divertía desparramando fichas por el paño verde y cuando ya se hizo muy mayor, la llevábamos nosotros y de paso, nos daba unos pesos para que jugáramos .
Clara usaba un chal encima de sus eternos batones, porque la abuela se vestía en “me importa un corno la elegancia”, igual que cuando la llevaba la tía Ruth a la playa más pituca de Punta y la abuela se sentaba con toda su humanidad desparramada sobre la arena y se calzaba un pañuelito blanco atado en las
cuatro puntas, al mejor estilo futbolero. Ruth empezaba a dar saltitos en la arena, no porque estuviera caliente y le quemara, sino porque no quería quemarse estando a su lado, sino alejarse, siempre temiendo que Abraham, el hijo de Clara, lo advirtiera. Si eso ocurría, el tío era capaz de darle una trompada .
Pasaba el chal como si fuera un lampazo por el paño verde de la ruleta y barría las fichas propias y de los demás jugadores. No le importaba lo que le dijeran, era terca, se hacía la que no oía y si alguien le observaba algo, terminaba enojándose. Clara era una cabrona, pero con nosotros, sus nietos, la abuela más dulce del mundo. Se ocultaba detrás de esos modales hoscos y agresivos. Yo sentí que siempre me quiso y me mimaba si bien ella tenía sus preferencias: los nietos mayores. El primer hijo de cada uno de sus tres hijos eran sus preferidos. Pero el sábado, a medida que íbamos llegando a su casa, sentíamos que todos lo éramos, que a cada uno lo quería y respetaba de un modo especial y nos conquistaba y demostraba su cariño, haciéndonos rica comida.
Su especialidad era el pescado. El pescado relleno de babe Clara era exclusivamente para el tío Marcos, su hijo menor. Las masitas parves, eran para mí. Las tirábamos al piso y no se partían nunca!Me encantaban, le ponía muchas nueces y en esa época a pesar de tener dientes de leche, las masticaba sin dificultad.
El resto de los platos los cocinaba Edelmira. Edelmira!, pobre vieja, si le hemos sacado el cuero. Jodida, como pocas. Vieja, fea, flaca, solterona. Cuál de los nietos no amó alguna vez a Edelmira a pesar de todos sus defectos. Enamorada, dicen,de toda la vida de alguno y de todos los hijos de la babe, no sé si de mi padre o de mis tíos, fiel hasta morirse, fregando la vida, cuidando a la abuela hasta que ya no hizo falta. Recuerdo la voz de Edelmira. Una voz gruesa y su “Ahh mijita!”;te golpeaba el hombro como si fuera un zarpazo de un amigo, saludando a otro.
Impecable con su pollera ancha casi hasta el piso, hecha de la misma tela que el batón de la abuela y sus blusas blancas de mangas cortas. Sus manos huesudas con un leve olor a lavandina y su pelo gris atado en una cola. Nunca maquillaje, la cara limpia para mostrarnos su rostro feo, pero presente, como si fuera un lacre de fidelidad. Con olor a mate en su boca, atendiéndonos a todos y a cada uno con el plato preferido. Edelmira cocinaba muy bien. No sé si habría aprendido sola o la abuela Clara le había enseñado, pero todo lo que nos daba era una exquisitez. El menú solía ser pollo relleno con arroz (ahora y
a pesar de ser tan temprano, menos de las ocho de la mañana, lo cuento y me vuelven las ganas de ir a comerlo, siento el olorcito de la grasa del pollo que se va mezclando con el arroz condimentado con azafrán y cebollas fritadas), la ensalada fresca de lechuga, tomate y huevo; los ravioles con tuco; el pescado del tío Marcos y el postre con las masitas irrompibles y algunas veces el strudell de manzanas.
El mantel de hule tapaba la mesa de madera maciza que ocupaba casi toda la cocina, las hornallas y la pileta de lavar junto con la mesada y la heladera Siam, estaban contra la pared, en tira. Edelmira era la cocinera, camarera y bachera. Hacía todo junto y contenta porque aguardaba esta fiesta del sábado. Nosotros devorábamos sus manjares apresurados por irnos al patio lateral a jugar, antes que nos vinieran a buscar.
La babe se sumaba a la fiesta , después de la una de la tarde, cuando cerraba el kleit. Nos daba las moneditas para ir hasta el kiosco de Avda de Mayo y Saavedra, frente a su casa , a comprarnos esa bolsa gigantesca de caramelos que tirábamos encima de la mesa y nos íbamos comiendo durante la tarde, entre escondidas, rayuelas, llantos, risa y secretitos al oído.
No estuve cerca de mi abuela cuando se enfermó y tampoco cuando falleció un día antes de mi cumpleaños. No vi a esa babe que estuvo postrada y dolorida, no quise verla. Es extraño, recuerdo la fecha y el año, nada más.
Sin embargo , es curioso que no haya olvidado el aroma del champú Hellen Curtis que ella usaba y con el que a mí me lavaba el cabello, algunas noches que me permitían quedarme a dormir en su casa. Recuerdo el vaivén de su brazo gordísimo con el que nos dejaba jugar, sin importarle que nos riéramos de ella y sus enormes lentes con marco de carey oscuro, sin los cuales, la abuela no veía nada de nada.
Ahora, la vuelvo a ver metiéndose la punta de un hilo en la boca para enhebrar una aguja, el dedal de metal en el dedo que se le había vuelto tan rígido como el gesto, los lentes resbalándole por el lomo de la nariz, respingada como la mía y un ojo entreabierto, pícaro y sagaz y también un poco triste.
La abuela no es religiosa, no prende las velas, no va al shil, pero guarda los sábados para descansar de su soledad y su silencio. Se aturde con nuestras risas, sonríe con nuestras discusiones, aprovecha para tenernos cerca.
Está por coser una prenda, es sábado, su día, Shabat, día de descanso.
Deb Stofen
8 de noviembre de 2008
22.4.08
PARA COMENZAR UNA AYUDITA
LOS 6 NIETOS
Y como comienzan todos los cuentos…
Había una vez…
Y yo pienso, si hubo una vez, porqué no puede ser al revés…
Que nuestros nietos nos cuenten, no cuentos, sino, que nos cuenten su vida actual, sus proyectos, sus inquietudes, sus “necesidades”.
Me imagino sentada junto a ellos, les comento esta inquietud mía y la aceptan.
Al principio no hablan y luego quieren hacerlo todos juntos.
Tratamos de poner calma entre todos porque en realidad estamos sorprendidos y excitados con esta nueva experiencia.
Y está Ezequiel con sus veinte años y su recién estrenado viaje a Israel y su experiencia de “adulto” viajando solo a Europa con tres amigos.
Deja a su hermana Gaby y a sus primos Sofi y Nico que lo admiran como a un ídolo.
Pero… Gaby, que tiene quince años, vuelca su experiencia, contando las travesuras de su tercer año de secundaria, su estreno cono alumna en el curso de “madrijim”, sus salidas con amigas y amigos e ir a bailar, cómo se maneja sola, viajando en colectivo de aquí para allá. Sofi la mira con admiración, Gaby es su “ídola”.
Sofi tiene diez años, pero le gustaría tener quince, porque a ella también le gusta bailar, pintarse, vestirse como modelo y posar y caminar como ellas.
Pero ahora ocupa su lugar, que no es un lugar cualquiera, Nicolás que tiene siete años, se las sabe todas y más ahora que está afederado a Faccma (juega al futbol) dice que es un “kapo” (como se escribe ahora)
Y ahora si: la bobe está sentada junto a sus cuatro nietos y les va a contar un cuento que no es tal sino una realidad y les cuenta de Carolina que tiene trece años y Julieta que tiene once y que están viviendo en Italia.
La bobe les habla por teléfono, les escribe mails y chatea con ellas.
Las circunstancias hacen que una se modernice empleando la cibernética, la voluntad y sobre todo, “la necesidad”.
Estar frente a la computadora es como mirarles la cara, sin ojos.
Pero poniendo amor y sentimiento en el teclado, la pantalla se ilumina con el diálogo que se establece con ellas.
Para que siempre estén en contacto con la familia, participando en todos nuestros acontecimientos y nuestras vidas cotidianas.
Lo mismo que ellas, compartiendo salidas, visitas, boletines de calificaciones que los papis escanean para que estemos informados de cómo van progresando en la escuela, fotos en sus distintas actividades y su nueva vida desde hace seis años atrás.
Como finalizan todos los cuentos, colorín colorado, este cuento se ha acabado…
Y la bobe disfrutó compartiendo esta nueva experiencia con todos sus nietos.
Pocha Wald
30/04/2008
LA BICI MAGICA
EL EMPLEO ENVIDIABLE
En su último cumpleaños le regalé a mi nietito Idán una bicicleta azul muy linda. Andaba con ella todo el día en el patio de su casa, en el parque vecino, en la cochera. Una tarde de esas que nunca se olvidan, estaba dando vueltas mientras conversábamos y me dijo que le gustaría conocer la ciudad de Tel Aviv, le habían contado que era muy hermosa y le daban muchísimas ganas de viajar hacia allí en ese mismo instante. Yo me pegué un susto bárbaro porque desapareció de mi vista como por arte de magia. No alcancé a reaccionar para llamar a su madre, que él ya estuvo de vuelta al lado mío con cara de picardía como después de una travesura. Me contó que con sólo pensarlo apareció en pleno centro de una ciudad, se asustó mucho por el tráfico y faltó poco para que se pusiera a llorar. No entendí del todo lo que me estaba diciendo, y me pidió que le jurara que no lo iba a contar a nadie. En ese momento entendí que no se trataba de una travesura cualquiera, Idán podía hacer que su bicicleta resultara mágica y lo llevara al lugar que invitaba su pensamiento.
Mientras nos mirábamos consternados por el descubrimiento, se le ocurrió probar el hechizo pensando en su primita que vive en Argentina. Siempre inventaban cuentos increíbles cuando se hablaban por teléfono y no llegué a imaginármelos juntos que él reapareció para confirmarme excitado que la magia había funcionado. Me dijo que apareció en el patio de su casa nueva en Castelar y ella se puso muy contenta. Se acordaban de cómo jugaban juntos cuando hacía unos meses vino con su familia a visitarlo. Como ya sabía qué debía hacer para conseguir volver a su casa, se despidió con un abrazo y se dejó llevar por su pensamiento.
Debía ir a contárselo a su mamá pero, cómo privarle de esa travesura y faltar a mi juramento. Nunca lo había visto tan feliz, radiante, conmovido. Le expliqué cuán necesario era contárselo a sus padres recordándole que su mamá se enojaba mucho cuando desaparecía sin avisar. Accedió de mala gana y ahí corrió a contarle a su familia la magia de su nueva bici. Nadie le creyó, mi presencia como testigo no nos salvó de que piensen que estábamos locos. Aunque él seguía insistiendo y dando explicaciones, tuvo que salir al patio para hacer una demostración y para que entendieran de qué se trataba. Aprovechó para visitar por unos minutos a su amiguito que casi lo tira de un empujón para quitarle la bicicleta. Ya en el patio de regreso, se encontró con la sorpresa de todos y una discusión acalorada, en gran medida porque no sabíamos qué hacer. Nos pusimos todos a pensar, mi yerno, mi hija y yo. Cada uno con una opinión diferente, aunque todos estábamos de acuerdo en no resolver nada por el momento y tomarnos un tiempo. Era complicado entenderlo, se trataba de algo sobrenatural y de difícil solución.
Teníamos dos caminos para tomar, uno era pensar cómo hacer para ganar mucho dinero. Otra vía era buscar hacer el bien usando esa magia tan milagrosa que cayó del cielo. Al final nos decidimos por la segunda opción, aportar algo útil a la humanidad. Ahí nomás intentamos ponerla a disposición de
Pude interceder a su favor y convencer a sus padres que inicien el contacto con
Yo me desperté miles de veces en esas noches enredado entre las sábanas, transpirado y alterado por mis sueños. Idán elegía sus destinos con el aire ingenuo e inocente de su edad: parques de diversiones, safaris, negocios de juguetes y el escenario real de la película que había visto el día anterior. Yo llevaba varias décadas paseando a mis huesos, y la historia me pedía a gritos en los sueños que la visite en esa bicicleta. Empecé a insistirle a Idán que me lleve en un paseo con él, pero no quería saber nada de cambiar los destinos que elegía a su antojo.
Un día llegó corriendo a mis brazos con un disco en la mano, me dijo que era la película del Arca de Noé que había visto en el jardín y que para el próximo viaje que tendría permitido me iba a llevar. El día no tardó en llegar y me senté atrás para la gran prueba de saber si podía llevarme. Pensamos de manera sincronizada lo que habíamos acordado acerca del deseo de viajar y aparecimos los dos en el arca.
Noé al vernos montados en la bici casi se desmaya. Mientras su familia trataba de reanimarlo, yo me tuve que hacer cargo de Idán que se abalanzaba sobre todos los animales sobresaltándolos. Como además de soñador era ingenioso, mi nieto había llevado consigo en el bolsillo una máquina de fotos así podría mostrar su hazaña para que fuera más creíble. Ahí, entre tantos animales de verdad, se sentía en la gloria. Yo pensaba que ningún libro de historia hacía alusión al olor que había en esa barca. En pocos minutos desaparecimos como la lluvia.
Viajamos a Jerusalén con las fotos. Alcanzó con que mi nieto montara la bici ante el decano de
Así fue como conseguí este empleo envidiable. A mis 78 años recién cumplidos, y con un sueldo que supera en varios miles al de los más ricos que puedan imaginarse, viajo unos minutos de vez en cuando en bicicleta a sacar algunas fotos al lugar que mi nieto consiga imaginarse. Sincronizamos bien los pensamientos para que nada falle y voy sentado atrás de él, agarradito a su cintura y con un poco de miedo, no voy a negarles.
Isaac y Esther Vainstub
.
NOVEDADES EN LIBROS PARA NIÑOS
NARRAR POR ESCRITO DESDE UN PERSONAJE
Acercamiento de los niños a lo literario
Autoras Emilia Ferreiro y Ana Siro
Fecha de aparición: Mayo 2008
¿Es posible sorprender al lector con nuevas versiones de historias infantiles tradicionales? En este libro aparecen los clásicos personajes que todos conocemos: niñas ingenuas o desamparadas, enanitos, brujas, cazadores, príncipes y madrastras. Esas historias tradicionales han sido contadas desde la perspectiva de un narrador omnisciente que sabe todo lo ocurrido y tiene acceso a la interioridad de todos los personajes. Pero aquí los narradores son otros.
Los autores son niños entre 9 y 11 años que reescribieron esas historias con una restricción: narrar en primera persona, adoptando la perspectiva de alguno de los personajes. ¿Cómo resuelve quien escribe en primera persona el problema de ser personaje y al mismo tiempo narrador? ¿Cómo hace el lobo narrador para mantener la voz narrativa a pesar de que, como personaje, muere en la historia? ¿Cómo hace
Narrar por escrito desde un personaje propone instrumentos de análisis para valorar esas historias, asumiendo que el trabajo de revisión juega un papel decisivo. Esas revisiones no son espontáneas, sino cuidadosamente planificadas por las docentes.
FONDO DE CULTURA ECONOMICA Filial Argentina
Y ASÍ ES QUE NO FUI COMO OVEJA AL MATADERO, SINO QUE LUCHÉ, ME REVELÉ Y SEGUÍ ADELANTE. ASÍ ES COMO EN UNA GUERRA ENTRE NOSOTROS, FUI YO EL QUE GANÉ.
EL SÍMBOLO DE MI TRIUNFO, ES MI NIETA.
Carta al infierno / Tzvi Meiri
Para el oficial de
Finalmente llegó el momento que sepa estas cosas de mi parte, preso número 17724 de Aushwitz:
Fui yo quien fue traído aquí con mi familia como bestias, en un vagón de animales, en condiciones que no pueden ser descriptas durante dos noches y dos días hacia su campo, sin que nos den agua o podamos bajar para hacer nuestras necesidades durante todo el camino. Ni sentarse se podía, organizamos turnos para que alguien pueda sentarse de vez en cuando.
Fui yo quien fue arrastrado brutalmente de los vagones. Al llegar a ese lugar horroroso, en el cual me despedí de mi familia, y a la que en su mayoría no volví a ver con vida. Fui obligado a desnudarme, fui llevado a golpes dentro de una manada de gente totalmente humillada!, al igual que yo, a la selección.
Fui seleccionado a seguir viviendo, por el momento, y a sufrir. Pero fue algo temporario, hasta agotar mi última gota de vida.
Soy yo quien fue vestido con un pijama finito a rayas y dos zuecos de madera para pierna izquierda, me tatuaron un número y me tiraron junto con todos a una jaula enorme llamada el campo de los gitanos.
Soy yo, quien fue humillado de todas las maneras posibles, me hicieron pasar hambre sin límite y me dieron un puré de remolacha de bestias en una olla no lavanda que sacaron de las cosas que robaron de los judíos. Junto con nueve prisioneros más, esperamos para tomar o comerlo sin una cuchara o tenedor en una cola mientras cada uno fijaba su mirada hambrienta en su compañero para ver cuanto comía.
Soy yo, quien recibió quince golpes con un cable grueso de electricidad cuando intenté sacar la cáscara de una papa de la basura de la cocina del S.S.
Soy yo quien trabajó como un esclavo dieciséis horas en una mina de sal por las cuales recibí
Salté, corrí y me tiré al piso según la orden y la locura del oficial de turno quien seleccionaba la vida o la muerte de vez en cuando. La regla para la vida era la distancia del salto y la velocidad de la corrida. Y a pesar de todo yo viví y no me morí, a pesar de que más de una vez, tuve la idea de acabar con la lucha y ponerle a esto un fin.
Y aquí, ahora, una parte de un artículo del diario que apareció esta semana en Israel: 'miembros de una delegación de cincuenta personas, jóvenes del movimiento kibutziano, pusieron flores e izaron la bandera israelí, finalizando el acto leyeron Kadish y cantaron Hatikva'
¿Sabe dónde? En Aushwit
Quería que sepa que una de las participantes de esta delegación es mi nieta, nieta de un ex preso de Aushwitz.
Pasaron 42 años, en los cuales no pude no martirizarme y pensar: ¿cómo fue que no me revelé?, me avergoncé frente a mis hijos y casi no les conté nada sobre mi experiencia allí, en ese otro planeta, porque me sentí llevado como oveja al matadero.
Y de repente mis nietos (todos unos sabras, ¿sabe?) me ayudaron a comprender. Yo sí me revelé, sí luche contra ustedes, porque ustedes me querían ver allí muerto y derramar mi ceniza junto a las cenizas de muchos más, en los campos de Aushwitz. Pero yo no me rendí frente a ustedes, y ahora hay continuidad y un futuro.
Mi nieta pasó los odiados portones de Aushwitz, erguida y orgullosa, participante de una delegación israelí, bajo la bandera de Israel. Y allí, en el valle de la muerte cantó Hatikva, el himno del Estado de Israel.
Y así es que no fui como oveja al matadero, sino que luché, me revelé y seguí adelante. Así es como en una guerra entre nosotros, fui yo el que gané. El símbolo de mi triunfo, es mi nieta.
Firmado por:
El abuelo de Segit, integrante de la delegación israelí.